domingo, 22 de mayo de 2016

La herida del tiempo

La rica familia Conway aprovecha el cumpleaños de su hija Kay para celebrar también el fin de la Primera Guerra Mundial. Dicha familia está formada por la señora Conway, sus dos hijos Robin y Alan, y sus cuatro hijas Carol, Hazel, Madge y Kay. Hay varios invitados a la fiesta. Está Joan, una chica de la que Alan está perdidamente enamorado; Ernest, un muchacho con grandes aspiraciones al que Hazel desprecia profundamente; Gerald, posible pretendiente de Madge... se les ve a todos felices y radiantes, llenos de vida y celebrando el maravilloso futuro que les espera. Sin embargo, Kay empieza a tener una extraña ensoñación que le muestra cómo serán las cosas 18 años después.

Esta obra de teatro de J. B. Priestley es bastante dura. Está dividida en tres actos: el primero nos presenta los personajes en la fiesta, el segundo nos presenta la terrible visión de futuro de Kay en la que se ve cómo todas las esperanzas de cada uno de los personajes se han venido abajo. Las parejas que parecía que serían felices están rotas, algunos ya no siguen con ellos, los que parecía que iban a comerse el mundo se ven al lado de quien más detestaban. Es, en definitiva, un montón de sueños rotos. El tercer acto vuelve al presente y, con desasosiego, Kay ve cómo todo ese sueño que tan inverosímil y alejado de la realidad parecía empieza a tornarse como algo posible.

¿Podéis imaginar lo que significa leer o ver representada en el escenario una obra así? Por muy bien o mal que te caigan los personajes, y reconozco que la gran mayoría no eran santo de mi devoción, se te rompe el corazón al ver todas esas ilusiones que parecen destinadas a hundirse en el fango.

Sin embargo esta obra es, en definitiva, una reflexión sobre el tiempo y el modo en el que nos pesa a todos: nos enseña que no debemos ser demasiado optimistas sobre lo que nos depara el futuro y aprender a labrarnos nosotros mismos lo que esperamos de él. No solo es, sino a medir cada uno de nuestros pasos y contar que los demás tienen sus propios planes y expectativas que pueden chocar con las nuestras.

Es terrible. Yo me he sentido completamente destrozada: ¿qué puede uno esperar de sí mismo cuando tiene la sensación de que, haga lo que haga, todo está abocado al fracaso? Y esa sensación es la que predomina durante los dos últimos actos, en los que solo Alan y Kay parecen ser... no inmunes, pero sí al menos no han sido aplastados por el peso del destino, o de la herida del tiempo.

Me llamó la atención al mirar la edición saber que la primera vez que se editó fue en 1937: Justo a las puertas de la Segunda Guerra Mundial. Es como si, en cierto modo, Priestley hubiera recordado las esperanzas de felicidad que él mismo y su familia tuvieron al terminar la Gran Guerra. Y no solos u familia, sino toda su Inglaterra natal y ahora viera que sus ilusiones solo los ha visto abocados a caer de nuevo en el mismo error, la misma miseria... o incluso una todavía peor.

El gran protagonista de la obra es, sin duda, el tiempo en sí mismo. Y lo que es más, da a entender que todo el tiempo ocurre a la vez. Una idea muy propia de la serie Doctor Who, pero que deriva de un ensayo de Dunne llamado Un experimento con el tiempo que nos cuenta la teoría de que todo sucede a la vez, pero que la concepción lineal del tiempo es la única forma que nuestra conciencia humana tiene de percibirlo... pero de vez en cuando a través de déjà vu, precogniciones y otras anomalías, podemos acceder a una visión más completa.

¿Alguien más ha leído esta obra? ¿Os habéis sentido tan hundidos como yo? ¿Os resulta interesante la concepción tan especial del tiempo que tiene esta obra?

1 comentario:

  1. 18 años es mucho tiempo. A veces, los sueños hay que renovarlos antes (sobre todo los que no se van a cumplir). Es la única manera. Me gustaría leer el texto de Priestley, pero no encuentro ninguna edición disponible. Gracias por tu estupenda reseña,
    Manuel

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