martes, 19 de junio de 2012

Harry Potter

Todos aquellos que son aficionados de la lectura desde niños sufren, al llegar a la pubertad, cierta crisis literaria. Es una crisis propia de la edad, pues no solo ocurre con los libros. Eres demasiado mayor para los libros que solías leer, pero sigues siendo demasiado joven como para entender cierta literatura más seria.

Reconozcámoslo, es difícil encontrar algo que te satisfaga durante esta época. De hecho, muchos de estos jóvenes acaban abandonando el hábito de leer.

Como no somos una excepción, algunas de las autoras de este blog hemos padecido esta tediosa crisis en la que no puedes disfrutar de una de tus actividades favoritas. Por eso fuimos inmensamente felices cuando cayó en nuestras manos el primer ejemplar de la saga Harry Potter, de la británica J.K. Rowling: Harry Potter y la piedra filosofal.

Rowling nos mostró un mundo muy diferente y a la vez muy parecido a este: Un mundo lleno de magia pero en el que no tenemos que renunciar a las comodidades ya conocidas. Un mundo dentro de nuestro propio mundo que solo es accesible para unos pocos seres especiales, entre los que tu mismo podrías encontrarte fácilmente.

Edición española de los siete libros de la saga Harry Potter

La historia es ya harto conocida, pues estamos hablando de uno de los mayores best sellers de nuestro tiempo. Harry es un niño como cualquier otro, sin ninunga característica destacable, salvo una cicatriz conforma de rayo en su frente, que al cumplir once años recibe la carta de admisión en Hogwarts, una prestigiosa escuela de magia y hechicería. Allí descubrirá que tiene un pasado que hasta entonces desconocía, ya que es el elegido para derrotar al mago oscuro más poderoso de todos los tiempos, Lord Voldemort.

Durante los primeros libros vamos conociendo el universo mágico en el que viven Harry y sus amigos,  Ron y Hermione. Vemos como van formándose como magos igual que cualquier chico de su edad se va formando en un instituto y a la vez se ven obligados a impedir el regreso de quien-ustedes-saben. Todo ello contado de una forma tan natural que el joven lector no puede sino esperar impaciente su carta de Hogwarts...

O así era en un principio.

A medida que la saga va avanzando, pierde gran parte de su encanto. En el quinto libro, Harry Potter y la Orden del Fénix, se produce un brusco cambio, aunque algo de esto ya se atisbaba en el libro anterior, Harry Potter y el Caliz de Fuego. Quizás la mayor parte de este cambio radicase en el intento de convertir a nuestro ingenuo pero generoso Harry en un adolescente rebelde y bastante egoísta, con lo que dejó de ser ese personaje con el que nos sentíamos tan identificados y al que tanto cariño le teníamos.

La autora, J.K. Rowling, presentando el último libro
de la saga, Harry Potter y  las Reliquias de la Muerte
Otro punto flaco es la completa ignorancia de Harry sobre todo aquello que tiene que ver con el mundo de la magia. Si bien en los primeros libros esto resultaba totalmente creíble debido a que hasta entonces había sido algo desconocido para él, en los últimos da la impresión de que no ha llegado a aprender nada de cultura mágica en sus clases (quizás por estar demasiado ocupado derrotando a Voldemort o estar demasiado distraído con ciertos líos de faldas). Se entiende que esto es una técnica de Rowling para darnos a conocer ciertos elementos desconocidos para el lector, pero abusa tanto de ella que roza el ridículo.

Si bien, como ya hemos mencionado, Harry cambia mucho al convertirse en un adolescente, hay ciertos puntos en los que hubiera sido muy interesante ver cierta evolución que sin embargo se han mantenido inamovibles. Por ejemplo, la imagen que tiene de su padre. Al ser huérfano, Harry ha idealizado a sus padres ausentes. Sin embargo, más adelante descubre que no todo era tan perfecto; de hecho su padre era un chico bastante problemático, sin reparos en abusar de aquellos a los que consideraba inferiores. Pero esto a Harry le importó poco y tras un breve berrinche volvió a pensar que tenía el padre perfecto.

Tampoco muestra una madurez real. Esas pequeñas "gamberradas" que va cometiendo de niño no solo no desaparecen, sino que aumentan hasta límites terriblemente egoístas, anteponiendo su interés al de todos los demás. Esto suele traer consigo terribles consecuencias para aquellos a los que quiere, como recordarán los que han leído el quinto libro, donde al final se encuentra uno de los ejemplos más claros de esto.

Pero no hablemos solo de Harry. Los personajes secundarios, incluidos los más importantes de ellos, están muy pobremente desarrollados. El papel de Ron es el de ser el amigo simpático y metepatas que realza la perfección de nuestro protagonista. Hermione es esa enciclopedia que se encarga de resolver todo aquello que Harry no entiende.

Otro personaje que aunque secundario es bastante importante es el director de Hogwarts, Albus Dumbledore, pero tampoco tenemos mucha información sobre él. De hecho, no conocemos nada de su pasado hasta el sexto libro, Harry Potter y el misterio del príncipe y fue necesario que la propia autora hiciera declaraciones sobre este personaje ya fuera de los libros para que se pudieran entender ciertos puntos.

Sin embargo, el más enigmático de todos los personajes es, sin lugar a dudas, el profesor de pociones, Severus Snape. Quizás sea el personaje mejor desarrollado de toda la saga, ya que podemos ver una clara evolución de su personaje no solo desde que comienza la historia hasta el final, sino también a través de los hechos acontecidos en el pasado. Lamentablemente, la propia Rowling reconoce que ni ella sabe qué pasa exactamente por la cabeza de este hombre, con lo que se deduce que no se trata de un personaje que esté bien planificado y que presenta ciertas incoherencias (lo cual es totalmente cierto).

En resumidas cuentas, estamos ante una saga de libros que quizás peque de larga, ya que de haberse acortado,  la autora se hubiera ahorrado muchas incongruencias y hubiera podido prescindir de muchos elementos totalmente innecesarios. Una saga que nos prendó en un principio pero que nos fue desencantando como un hechizo roto al dar las doce.

1 comentario:

  1. Aunque hemos escrito esta entrada prácticamente en conjunto, hay algunas cosas que me gustaría decir a nivel personal sobre mi recepción de esta saga.

    Recuerdo que comencé a leerlos durante principios de secundaria, ya que Isa (La Rebelde de los Libros) me los dejó tras muchas mañanas charlando sin fin sobre los personajes. Reconozco que no sacaba nada en claro de aquellos discursos, y terminé por aceptar los libros para enterarme de una vez de aquellas cosas sin sentido que decía.

    Cuando comencé a leer, sentí como la magia de ese mundo me envolvía. Todos nos sentíamos cercanos a Harry, y a menudo pienso que su valor estribaba no tanto en que podría ser cualquiera de nosotros, sino en que cualquiera de nosotros querríamos ser como Harry, porque sabíamos que era posible. No era un chico lleno de portentos, pero sí una buena persona a la que podías querer.

    Como bien hemos dicho, todo esto cambia entre el cuarto y el quinto libro. La culpa se achaca por norma general a la adolescencia, a la archiconocida "edad del pavo". Sinceramente, creo que Rowling se equivocó en el modo de plasmar el paso a la adolescencia del personaje.

    Además de ser un cambio repentino, elimina de un plumazo todas las características que convertían al protagonista en un personaje atractivo para el público. Ya no había generosidad en su forma de ser, solo egoísmo. La realidad es que, una persona durante esta época, atraviesa épocas de dudas que la hacen un tanto inestable emocional y anímicamente, pero no por ello pierden su forma de ser en general. Y son estas dudas las que convierten a un ser en un principio ingenuo en uno maduro y responsable, algo que no ocurre al final de los libros ni por asomo.

    Esta es, en mi opinión, la principal tara del argumento de la historia, que terminó haciéndome leer el último libro cada vez más hastiada de lo que me encontraba en cada página.

    Pero al menos siempre recordaré con cariño al niño que vivía en la alacena. Es todo lo que nos queda.

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