lunes, 28 de mayo de 2012

Como agua para chocolate

Conocí Como agua para chocolate de Laura Esquivel un verano, posiblemente en el que cumplía los siete años. Mi madre tuvo una fuerte recaída en la depresión que padecía desde hacía años y mi padre pasaba horas leyéndole historias románticas. Aunque este tipo de historias no son santo de mi devoción, en ocasiones me asomaba al dormitorio para mirar por la puerta entreabierta y escuchar lo que leía. No pude olvidar esta.


Coahuila, Revolución Mexicana. Pedro y Tita se aman. Sin embargo, están condenados a no poder consumar su amor. Tita es la hija menor de Elena de la Garza: Según la tradición familiar, debe permanecer soltera y cuidar de su madre hasta su muerte. Por sugerencia de Mamá Elena, Pedro acepta casarse con la hermana mayor de Tita, Rosaura. Lo que nadie sabe es que lo hace para poder estar cerca de la más joven. Sin embargo, no le será fácil conseguirlo.

Conocemos la historia de boca de la sobrina nieta de Tita, quien preparando las comidas más significativas de cada mes del año, como el rosco de reyes en navidad; evoca la historia de amor de su tía abuela, excelente cocinera de quien heredó su pasión por la cocina. Los platos que se preparan no son simples ejemplos de gastronomía, sino que sirven como nexo de unión de la vida de la descendiente con los eventos del pasado, así como una eterna metáfora de los sentimientos de los personajes principales.

Quizás fuese eso último lo que más me llamó la atención: la relación de las recetas y los sentimientos. Y quizás fuese el borroso recuerdo de este libro lo que me ha llevado a intentar experimentar exóticos platos, aunque he de confesar que no siempre con buen resultado. Siempre recordé con bastante nitidez el capítulo en el que preparan codornices en pétalos de rosas, capítulo que, tras leer el libro al completo, se ha manifestado como uno de mis favoritos.

El estilo es muy fluido, lo que hace que la lectura sea fácil y ágil. No es un texto complejo, sino sencillo, centrado en la descripción de los eventos y la acción, así como lleno de sentimientos y pasión.

En lo referente al título, hay que dar una pequeña explicación. Estar “como agua para chocolate” significa estar en plena ebullición, pues así es como debe estar el agua para hacer el chocolate a la taza. En un momento dado de la historia se hace referencia explícita al título cuando se dice que una irritada Tita estaba como agua para chocolate. Lo que sigue siendo un nexo entre la gastronomía y los sentimientos.

Cada vez que pienso en este libro recuerdo el ambiente que se respiraba la primera vez que lo escuché. La melancólica tristeza de mi madre, la suave y cariñosa voz de mi padre, ambos tendidos en la cama a la hora de la siesta, mientras mi hermanita dormía y yo apoyaba mi pequeña mano en la puerta para abrirla un poco más y escuchar ese relato, mientras el sudor pegajoso propio del verano empapaba mi piel y un escalofrío me recorría la espalda, con la sensación de estar profanando algún ritual sagrado en el que mi presencia estaba de más.

Un libro imprescindible, toda una delicia para los románticos empedernidos, y un más que agradable pasatiempo para los menos apasionados. Un libro muy especial para mí.

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