El 6 de agosto de 1945 Hiroshima tuvo el dudoso honor de convertirse en la primera ciudad víctima de una bomba atómica. De este escenario roto por el dolor de los miles de afectados surgió un subgénero en la literatura japonesa, el llamado genbaku bungaku o "literatura de la bomba", que recoge el testimonio de los supervivientes a la catástrofe, los hibakusha, y cuya obra fue durante años víctima de la censura estadounidense que no permitía que se publicara nada que relatase el horror vivido en la ciudad ya mencionada. Tamiki Hara fue uno de ellos.
El libro Flores de verano es en realidad un compendio de tres escritos independientes en los que Hara nos cuenta sus vivencias y las de su familia antes, durante y después del bombardeo.
El primer relato, Preludio a la aniquilación (si bien fue el último en escribirse), narra en tercera persona las vivencias de la familia de Shozo (alter ego de Hara) durante el mes anterior de estallido. En un ambiente que huele a la paz que precede la tempestad, los habitantes de Hiroshima, que parecía ser la ciudad más segura de Japón, intentan hacer vida normal, pero son constantemente interrumpidos por las sirenas que avisan de los posibles ataques aéreos.
En el siguiente relato, Flores de verano, que da nombre al recopilatorio, Hara narra ya en primera persona cómo sufrieron él y los suyos el impacto, así como los momentos siguientes al mismo, cuando la familia, de la que formaban parte varios niños pequeños, intenta reunirse entre cadáveres carbonizados, bosques en llamas, moribundos y heridos que suplican ayuda sin que sea posible hacer nada por ellos. El dolor ante la pérdida de los seres queridos, el dolor ante las heridas sufridas por uno mismo, el dolor ante la incertidumbre de qué ha pasado y qué pasará es la nota constante de este texto.
Aunque Flores de verano pueda ser el más impactante, por lo crudo y despiadado de los hechos que narra, el tercer fragmento, De las ruinas, ha sido para mí el más terrible de todos. Mientras la familia de Hara intenta ser evacuada a otro pueblo, muchos se quedan en Hiroshima, sin saber que lo que ha estallado no es una bomba corriente. Aunque tienen sus sospechas dada su gran intensidad y las terribles secuelas que deja (entre las que se atisban los casos de cáncer y leucemia, enfermedades de las que poco se sabía en aquella época), no pueden saber a ciencia cierta hasta qué punto ha sido distinta esta bomba. Por eso, permanecen en la ciudad, intentando reconstruir sus vidas y buscando a sus allegados (muchos de los cuales no pudieron encontrarse jamás, pues sus cuerpos se desintegraron), sufriendo de heridas que los escasos servicios médicos no pueden atender y exponiéndose a una constante y dañina radiación.
Aunque sea aquí donde termina la obra de Hara, la tragedia de Hiroshima y Nagasaki, la siguiente ciudad bombardeada, como ya sabemos, estaba lejos de terminar.
No soy amiga de los libros escritos por personas traumatizadas a modo de terapia, puesto que haber sufrido una tragedia personal no lo hace a uno buen escritor, además de que no siento placer alguno en conocer las desgracias de otras personas. Sin embargo, Tamiki Hara ya era escritor consagrado antes de que este desgraciado incidente sacudiera su vida. Licenciado en Literatura Inglesa por una de las universidades más prestigiosas de Japón, Hara sentía una gran admiración por la literatura rusa e hizo de la escritura su profesión.
Los relatos que componen Flores de verano son de una calidad literaria envidiable. Hara ha sabido plasmar a la perfección el horror y la incertidumbre que sufrieron los habitantes de Hiroshima durante ese fatídico verano. La prosa, desgarradora e intensa, sitúa al inocente lector en el epicentro de la catástrofe de modo que pueda sentir que la vive en primera persona.
Sin embargo, cabe preguntarse si una obra tan desoladora es realmente necesaria, si aporta algo al lector aparte de sentir una parte de la desazón que sintió el autor y sus coetáneos. Desde luego, yo me hago esa pregunta cada vez que me hallo ante una de semejantes características y, en este caso, no tengo ninguna duda: es necesaria.
Basta echar un vistazo a los titulares de la prensa para darnos cuenta de que no hemos aprendido prácticamente nada de los enfrentamientos bélicos del pasado. La guerra sigue azotando gran cantidad de países y regiones de todo el mundo y las armas nucleares no solo no han desaparecido, sino que se han perfeccionado y ahora poseen una mayor potencia de ataque, no importa que sus víctimas sean civiles inocentes.
Quiero pensar que si estas acciones siguen llevándose a cabo es porque aún no somos realmente conscientes de sus consecuencias. Lograr un mundo de paz es trabajo de todos y cada uno de nosotros. Flores de verano no es solo un retrato de una tragedia, es también un canto, una súplica a la paz y la concordia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario