viernes, 11 de enero de 2013

Fahrenheit 451

¿Qué os parecería vivir en un mundo en el los bomberos provocan incendios? ¿En el que tu familia sean los desconocidos que aparecen en una pantalla? ¿En el que el mayor logro es tener las paredes de tu hogar forradas con televisores? ¿Un mundo en el que estuviera prohibido leer?

Este es el mundo que nos recrea Ray Bradbury en su libro Fahrenheit 451. La historia gira en torno a Montag, bombero de profesión que se dedica a la quema de libros. Cuando hay algún sospechoso de haber roto la regla de prohibición de lectura, Montag y sus compañero irrumpen en su casa y la queman, junto con todos los libros que pudiera esconder. Montag nunca se plantea su estilo de vida ni el de su sociedad, ni siquiera su propia infelicidad conyugal, hasta que conoce a Clarisse. Esta chica cambia su vida completamente con la simple pregunta de "¿es usted feliz?". Montag se descubre a sí mismo por primera vez y solo entonces se da cuenta de cuán infeliz es.

Al contrario que la gran mayoría de las novelas distópicas, Fahrenheit 451 no tiene por objeto criticar un sistema de gobierno opresivo, ni siquiera entra en detalle sobre el régimen establecido. Lo que sí es, es una crítica feroz a la masificación de los medios de comunicación, y más que de ello, del uso que la sociedad les da. Conoces a personajes completamente aislados de sus semejantes aun viviendo en sociedad, irreversiblemente alienados del resto, descuidando sus relaciones familiares y viviendo por y para sus televisores interactivos, a los que consideran su verdadera familia. La desaparición de los libros no es una cuestión política, es una cuestión de sociedad, de la evolución de la mentalidad de la comunidad de individuos que ve a los libros como el mayor impedimento para ser feliz. 


Porque leer obliga a pensar. Quien piensa, cuestiona. Quien cuestiona encuentra respuestas. Y no todas las respuestas son agradables. Por eso, en el país de Montag todos actúan como autómatas. Conocen gente que no recuerdan de dónde han salido. Conducen a toda velocidad sin preocuparse por si han atropellado a alguien. Pero todo está bien. Al fin y al cabo, es lo que le dicen sus televisores y radios auriculares. Montag ha participado de esta "filosofía" de vida y se ha creído feliz, pero tan pronto comienza a cuestionarla, le urge la necesidad de saber, dando por seguro que las respuestas las encontrará en esos objetos prohibidos.

A pesar de todo, nos encontramos con personajes de lo más interesantes, si bien son pocos lo que intervienen en el desarrollo de los hechos. El temeroso Montag, la descarriada pero encantadora Clarisse, la eternamente triste y alienada Mildred (el mejor ejemplo de aquellos que aceptan vivir en esa sociedad), los austeros hombres-libro, el bueno de Faber y el enigmático Capitán Beatty. Este último, bombero jefe de Montag, es uno de los más complejos y, a mi juicio, interesante de todos. Beatty es un hombre que cumple religiosamente con su trabajo, aunque deja claro en varias ocasiones que ha leído con frecuencia y incluso memorizado algunos libros, pues forma parte de su trabajo conocer al enemigo. Sin embargo, y a pesar de que defiende al régimen como el que más, en ocasiones su postura resulta desconcertante. Prefiero no dar más detalles para no revelar nada más a aquellos que aún no han leído esta obra.




El estilo de la novela es cuanto menos interesante. No es en absoluto hermoso ni estético. Más que a una obra literaria, parece compartir las exigencias de un ensayo u otro escrito no ficticio. Esto puede responder no solo a la necesidad que siente el autor de dejar patente su idea, sin adornos que puedan distraernos del mensaje, sino también a un homenaje a las grandes obras de la literatura que a lo largo de la novela se nos muestran y en ocasiones incluso se citan pasajes. Nada mejor que un estilo simplista y austero para que la belleza de las otras brille como pocas veces lo ha hecho.

Para finalizar, me gustaría hacer hincapié en algo que se extrae de la filosofía de los hombres-libro. En Fahrenheit 451 no solo no se critica un sistema de gobierno para ensalzar otro, puesto que ocurre lo mismo con el conocimiento. Bradbury trata a todos los libros como igual de importantes, no importa quiénes lo hayan escrito o qué enseñanzas se extrae de ellos. Si bien el Eclesiatés tiene un papel metafórico especial dentro de la novela, a todos los libros se les da el mismo trato, no importa que sean de Ortega y Gasset, Shakespeare, Gandhi o Darwin.

¿Creéis que el mundo que Bradbury, escrito en los ya lejanos años 50, nos describe es pura ficción o sois de la opinión de que es un futuro cada día más cercano?

2 comentarios:

  1. Hola Violeta! sigo el blog desde ya porque esta reseña en concreto me ha parecido genial. Tengo pendiente este título desde hace tiempo y es ahora cuando realmente me han entrado las ganas suficientes para buscar mi ejemplar y acercarlo a la mesita de noche. Tus palabras me han hipnotizado, y después de ver tantas reseñas dónde en apenas dos párrafos se pretende hacer homenaje a la obra en cuestión, esto es un soplo de aire fresco en el panorama bloguero con ese toque de pasión por la lectura que hace falta para reseñar, así que gracias por tu crítica tan completa y mi enhorabuena al equipo que forma este blog, me tenéis por aquí ;)

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    1. Muchísimas gracias por tus palabras, Rubén. No sabes cuánto me animan tus palabras a seguir con las recomendaciones y críticas. ¡Vaya subidón!
      Esperamos verte por aquí :)

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