miércoles, 3 de septiembre de 2014

La vida es sueño

Puede que sea un poco tarde para reseñar no ya un clásico de la literatura, sino uno que, además, llegó a mis manos hace más de diez años. La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca es una novela de teatro que, a pesar de los años, jamás me canso de releer.

La trama gira en torno a Segismundo, un hombre que desde su nacimiento vive encadenado en lo alto de una torre, sin saber que es en realidad el príncipe heredero de Polonia. A los oídos del rey llegó la profecía de que ese niño viviría para humillarlo y destronarlo, que sería un hombre cruel e injusto y que cometería aberraciones. Horrorizado, ordenó que se lo apartara del palacio y fuera criado como un reo, o incluso podría decirse que como una bestia, desconocedor de la más mínima libertad y sin contacto con otras personas más que su carcelero. Sin embargo, una muchacha llamada Rosaura entra en la torre y es testigo de sus lamentos. Poco después, a Segismundo se le da la oportunidad de demostrar que la profecía estaba equivocada.

No cuento mucho más, aunque me gustaría, por no revelar el argumento de la historia. A pesar de todo, yo diría que en este libro lo más importante no es precisamente el argumento, sino las ideas que lo envuelven y la complejidad filosófica de la que está imbuido. La primera vez que lo leí, en secundaria, no llegué a comprender todas las referencias, y posiblemente hoy todavía no las haya captado todas. Sin embargo, siempre recordaré que mientras el profesor de filosofía en Bachillerato explicaba la alegoría de la caverna de Platón, en mi mente se dibujó claramente Segismundo en su torre. La relación es obvia, y más aún cuando el propio Segismundo se convence de que todo lo que ha vivido fuera de su oscura y lúgubre torre no es más que un sueño. 

Por otro lado, también hay bastante de la famosa fábula de Edipo. Tanto Edipo como Segismundo fueron apartados de sus familias y su destino por sus padres, que temían una profecía sobre ellos. Irónicamente, es esta conducta la que hace que después se haga posible y se cumpla dicha profecía. 

Segismundo y Rosaura en escena
Sin embargo, debo reconocer que, por mucho que ahora lo vea como un subtema y no como algo esencial en la historia, cada vez que lo leo o lo veo representado, el enamoramiento de Segismundo hacia Rosaura sigue pareciéndome uno de los más hermosos que he visto en la ficción y fuera de ella.

Es una maravilla que, en mi opinión, no es en absoluto difícil de leer si la comparamos con otras obras de la misma época. Si bien el estilo barroco es muy elaborado y eso puede dificultarnos la lectura si no estamos acostumbrados a él, no se trata en absoluto del estilo críptico y hermético de algunos autores del Siglo de Oro.

En definitiva, yo diría que esta es una obra imprescindible para todo aquel que tenga un verdadero interés en la filosofía. No sé si encontrará respuestas a sus preguntas, yo al menos no encontré demasiadas, pero como mínimo siempre nos sentiremos acompañados en nuestras inquietudes, no solo durante el mítico soliloquio de Segismundo cuando se introduce al personaje, sino durante toda la obra, de principio a fin. 

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