jueves, 24 de marzo de 2011

El club de la buena estrella

Todas las madres desean que sus hijas sean lo que ellas no pudieron ser. Todas las hijas desean que sus madres se den cuenta de que no son la misma persona.

Poco después de que la chino-americana Amy Tan emprendiese su carrera como escritora, su madre calló gravemente enferma. Su relación había sido siempre muy difícil, pero aun así Amy le prometió llevarla de viaje a su China natal si recobraba la salud. Gracias a este viaje, Amy descubrió facetas de su madre que jamás hubiera imaginado y no solo pudo comprenderla mejor, sino que le inspiró su obra más conocida, El club de la buena estrella.

Suyuan, An-Mei,  Lindo y Ying-Ying, quienes en su juventud  emigraron a Estados Unidos a causa de la guerra en China, se reúnen regularmente para jugar al mah-jong y celebrar unas pequeñas fiestas con la que pretenden ser más felices; una de las muchas formas por las que intentan mantener vivo el vínculo que las une a su país de origen.

June, Rose, Waverly y Lena no entienden por qué sus madres siguen viviendo en país que dejaron muchos años atrás, incapaces de adaptarse a la vida de Estados Unidos y pretendiendo que sus hijas sigan siendo tan puramente chinas como ellas, educándolas en los tradicionales valores en los que ellas mismas se educaron, pero que poco tienen que ver con las realidad que les toca vivir a las jóvenes.

Cuando Suyuan muere, su hija June debe ocupar su lugar en el tablero de mah-jong. Será entonces cuando June comience a conocer a su madre.



Recibí este libro de manos de mi madre. Ella no pudo terminarlo, no le gustaba. Creo entender por qué. Hay cosas, cosas muy pequeñas, que hacen mucho daño. Las hacemos automáticamente, sin prestar demasiada atención, debido al hábito y la costumbre o porque forman parte de un rasgo más de nuestra personalidad, sin ser conscientes del daño que estas pequeñas cosas pueden hacer en los demás. Y cuando alguien, aunque sea a través de un libro, nos dice directamente cuánto sufrimiento provocan estas acciones, sentimos cómo este dolor nos es devuelto.

Este libro me dio una nueva perspectiva de la vida. Lo volví a leer recientemente y lo disfruté más que la primera vez. Es imposible no identificarse con alguna que otra de las protagonistas de la novela, ya sea por su faceta de madre, de hija o simplemente de mujer.

Al igual que An-Mei me he escondido en lo más profundo del estanque para que las urracas no se bebiesen mis lágrimas.
Al igual que Rose he sentido tanto dolor e impotencia que solo puede desear caer en un profundo sueño para dejar de sufrir durante un momento.
Al igual que Waverly me refugié en una fortaleza que creí inexpugnable para verme rápidamente desprovista de mi escudo.
Al igual que June no me consideré digna del mejor cangrejo.

Para mí ha sido una historia sobre la comunicación, la falta de comunicación. Sobre personas que aunque viven juntas no llegan a compartir la misma realidad, donde surge el distanciamiento y la incomprensión incluso entre aquellos que más se quieren. Sobre importancia de saber ponerse en el lugar del otro y las pocas veces que nos dignamos a hacerlo. Sobre el error de complacer siempre y sobre el error de vivir a través de los demás. Sobre la imposible armonía entre el pasado y el presente.

Y sobre todo, una historia de amor entre madres e hijas, no importa si chinas u occidentales, con sus diferencias e inseguridades, que no pueden evitar lastimarse inconscientemente, puesto que el amor es egoísta y caprichoso.

jueves, 10 de marzo de 2011

Orgullo y prejuicio

Algunos libros son como cachorritos.

Leí esa comparación hace mucho tiempo, no recuerdo dónde, y se me quedó grabada a fuego en la mente por lo cierta que me pareció. Porque con el paso de los años me ha ido sorprendido la facilidad con la que un libro puede destacar en una librería llena de ellos y seducirte como haría un cachorrito detrás de la jaula de una tienda de animales.

Concretamente me pasó algo así con Orgullo y Prejuicio. Había visto la versión de Keira Knightley cuando se estrenó en cines con mi madre y ella me había comentado que teníamos el libro en casa. Por supuesto, me lo recomendó hasta la saciedad y, la verdad, no recuerdo el por qué rechacé el leerlo. Creo que estaba en una época fuerte de exámenes o que se lo teníamos prestado a alguien más. No lo sé.

Pero mucho tiempo después, cuando ya se me había olvidado lo mucho que me enamoró la película, lo vi en las estanterías de mi casa.

No era un cachorrito realmente bonito. Tenía la cubierta con los colores idos y las pastas estaban medio rotas de tanto usarlas. Pero me miró como si fuera un perrito abandonado en la calle y cuando me acerqué y lo cogí, solo por curiosidad, movió el rabo tan enérgicamente que me pareció encantador. Así que empecé a leerlo.

El resto es historia.

Como la mayoría de las novelas de Jane Austen, trata sobre el romance de las protagonistas, en este caso las hermanas Bennet, y su vida y sus experiencias. La novela se centra más en la joven Elizabeth Bennet y en el prejuicio que ésta siente por el Sr. Darcy, un hombre rico, inteligente y demasiado orgulloso como para que la chica sienta simpatía hacia él en un principio. Y aún así logran complementarse perfectamente: Elizabeth y Darcy. Darcy y Elizabeth. No pueden ir el uno sin el otro.


(Darcy junto a Lizzie. Ilustración de 1895)

Me lo leí en un fin de semana, completamente enganchada. Lo cierto es que cuando terminé acabé encantada con él. Pero no fue hasta ese momento en el que me di cuenta de que los ojos de cachorro que me habían seducido eran los de Darcy que es, a mi entender, uno de los caballeros británicos más queridos y mejores que nos ha presentado la literatura.

Es alguien con un sinfín de defectos y que, aún así, consigue robarle el corazón a la mayoría de los lectores. Siempre he pensado que es el encanto de los personajes como él, y no otra cosa, lo que hace que esta sea la novela más famosa de Austen.


En conclusión, una buena novela con unos buenos personajes. No se te hace larga ni tediosa y es capaz de mezclar humor, drama y romance al mismo tiempo. Es un cachorro capaz de hacernos adentrar en la vida de los protagonistas, en los paisajes que describe y hasta hacernos sentir lo mismo que ellos. Y cuando un libro consigue eso, entonces es cuando realmente merece la pena recomendarlo y leerlo.
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